¿Qué evaluar?
Giro copernicano para una evaluación justa y sin estrés.
¿Que evalúo cuando evalúo? Esa pregunta, que parece a primera leída una tautología, resulta un verdadero dilema existencial para los docentes.
¿Qué evalúan cuando me evalúan? Es el desvelo de la enorme mayoría de los estudiantes, sea cual sea el nivel educativo por el que transitan.
Luego, diría el filósofo, qué evaluar constituye uno de los grandes temas de la enseñanza que todos los docentes deberíamos abordar de manera sincera y rotunda.
Decidir qué evidencia de aprendizaje se va a tomar en cuenta para fundamentar los juicios y decisiones que llevan a que un alumno apruebe o desapruebe, con la carga de consecuencias que tal decisión tiene principalmente para el estudiante, pero también para el docente, es tarea seria.
Dilucidar qué prueba el aprendizaje de lo que enseño y construir los instrumentos de recolección que sean válidos y justos, es todo un arte. No es sencillo ni lo uno, ni lo otro. Quienes enseñamos tendemos a creer que todos los contenidos de nuestra asignatura son indispensables, que los estudiantes que recitan elocuentemente los temas dados son los que saben más y pocas veces nos detenemos a pensar qué es verdaderamente necesario que los estudiantes comprendan, conozcan y sean capaces de hacer o aplicar.
Planificar con mimo tareas, prácticos y exámenes que den cuenta de esos indicios, de aquellos aprendizajes que esperamos lograr, es el corazón de la docencia y es también, generalmente, la parte menos trabajada de nuestra labor. Preparamos grandes clases magistrales, nos dedicamos a llenar listados y registros, pero rara vez le damos la misma importancia a determinar qué y cómo vamos a evaluar... eso viene dado por la reglamentación: asignatura con examen final escrito u oral.
¿Sabe más quien transcribe un libro para responder una pregunta pensada en el momento sobre la base de lo que recuerda el profesor de un tribunal examinador o quién puede dar ejemplos, aplicar conocimientos teóricos para resolver un problema y/o realizar producciones creativas y originales vinculadas a un saber dado en clase? Hay mucho que plantear y replantear en esto.
Pero más allá de eso, es indispensable que quienes enseñamos, sobre todo si lo hacemos en equipo, en cátedras, desarrollemos un referente de evaluación y criterios de evaluación. Tales instrumentos no solo sientan las bases para el acuerdo y la uniformidad de miradas entre colegas, sino que también constituyen un mapa invaluable para los estudiantes.
Todos recordamos aquella ocasión en que no teníamos ni idea de cómo resolver una consigna ininteligible, por compleja o por exageradamente amplia, o aquel profesor que tomó ese criterio tan extraño al momento de comentarnos cómo había sido nuestro examen.
Criterios claros, explícitos e incluso construidos en conjunto con los estudiantes, compilados y publicados en rúbricas y guías de evaluación y que estipulen escalas precisas de valoración o calificación, constituyen la segunda gran clave de este tema. Decidir qué se va a evaluar y qué instrumentos se van a utilizar para ello y determinar cómo y qué se va a valorar, son la clave de un proceso de evaluación enriquecedor y tranquilo.
Para que el estudiante aprenda, aplique sus conocimientos y logre certificar sus saberes sin generar en él miedos o impactos negativos de distinta índole, es preciso que la evaluación salga de su guarida secreta que solo conoce y puede penetrar el profesor de manera individual, sin siquiera compartirla con sus compañeros de labor o de cátedra.
¡Así sea!
Muy interesante tu reflexión Sole, pronto recibirás mis comentarios. Solo te sugiero revisar la guía de evaluación que has creado en tu curso ya que no está visible y hay un error en el título de la actividad.
ResponderBorrarTambién te sugiero que revises esta entrada que hay algunos errores en la acentuación de algunas palabras.
ResponderBorrarSaludos.
Elisabeth